En el paseo del Espolón el recordado Tolo, el trenecito, los barquilleros... fueron para muchos de los niños logroñeses parte de sus vidas y un buen recuerdo. En la Glorieta, queda el último de los puestos de este tipo, en él venden chuches todo el año, castañas en invierno, helado en verano y yo lo recuerdo con cariño por su regaliz de palo, que dejaba los dientes amarillos y tenía un sabor dulzón. Este lugar merece la pena incorporarlo a la memoria de la ciudad, a la memoria del instituto Sagasta, y a los recuerdos de aquellos paseos de domingo con bolsa de pipas Facundo...
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